viernes, 6 de mayo de 2011

2.4.4 NUESTROS ABUELOS, QUE VIVIERON EN OTROS LUGARES DEL MUNDO.



Mi nombre es Michel Le Berre, nací en 1949 en Morlaix (Francia). He sido profesor de Matemáticas. Mi escuela era pequeña y mi maestro se llamaba José. Los maestros eran autoritarios y muy rigurosos y castigaban a los alumnos contra la pared, pero mis compañeros eran todos buenos estudiantes. Llevaba algunos libros en la cartera, cuadernos y un lápiz. Recuerdo que la escuela estaba muy lejos y había que caminar bastante para llegar.
Testimonio recogido por David Le Berre (05/01/11)

Mi nombre es Belisario Naula y tengo 89 años. Nací en Loja, Ecuador. He sido militar. Fui 8 añosa la escuela y la dejé para trabajar y ayudar a mi familia. Mi colegio era religioso, se llamaba Simón Bolívar. Mi maestra se llamaba María Luisa. La maestra era muy dura y no podía ver mucho a las chicas. En la cartera llevaba un peine, dos libretas, cuatro libros, lápiz y goma. Recuerdo que los maestros nos castigaban a la mínima pegándonos con la regla en las manos. La vida en la escuela fue muy dura, pero divertida.
Testimonio recogido por Ronal Bayancela Naula (10/01/2011).

Me llamo Hong Mei Zhang y tengo 75 años. Nací en China. Me he dedicado a la contabilidad.
Fui a la escuela durante 7 años y lo dejé porque era muy difícil y al tener notas muy bajas no podía hacer el bachillerato. No recuerda el nombre de su maestra. Llevaba un libro y un lápiz y pinceles chinos para escribir. Recuerda que les enseñaban poco, pero que no les castigaban.
Testimonio recogido por Eva Yang Liu (05/01/11).


Pinceles chinos de hacer caligrafía


Mi nombre es Bleaje Naria y tengo 65 años. Nací en Rumania. He trabajado en una fábrica textil.
Estudié durante 8 años en la escuela primaria y 1 año en la escuela profesional. Mi escuela era grande, vieja. Todo era muy tranquilo y silencioso, pero a veces pegaban a los niños, sobre todo a los chicos. Mi maestra se llamaba Elena.
La cartera era cuadrada, de color azul. En ella llevaba lápices, gomas de borrar, reglas, unos cuadernos pequeños con pocas hojas. Escribíamos con plumas de gallina y no habían muchos libros. A veces nos castigaban, nos pegaban con una regla en la mano. A los que se portaban peor les cogían de las orejas. Nos enseñaban bien. Si teníamos notas bajas los maestros iban a casa a hablar con tus padres o te amenazaban con repetir.
Recuerdo a mi compañera de clase, Lia, aún somos amigas. Recuerdo que era obligatorio el uniforme y las bailarinas, tener el pelo largo y recogido, llevar la corbate de pionera. Si llegabas tarde, ya no podías entrar en todo el día. Si tenías el pelo corto, te castigaban.
Testimonio recogido por Elena Cosmina Patrascu.

Mi nombre es Ilse y tengo 83 años de edad. Nací en Rosario, Argentina. He trabajado como profesora de matemáticas. De pequeña, estuve en diferentes escuelas. En primaria, era una escuela pequeña con seis o siete aulas. En secundaria ya era más grande, con 10 o 12 aulas. Cuando estudié el profesorado, la escuela tenia dos plantas, con 20 aulas.
Mi maestra se llamaba Arlen. Recuerdo con mucho cariño a mi amiga de la escuela, con la que he pasado toda la vida. Llevábamos un libro de lectura, un libro de matemáticas, dos libretas, una de Lengua y otra de Matemáticas y también plumas de tinta y lápices. Todos los maestros nos trataban muy bien, eran muy buenos.
Todos los días llevaba un uniforme blanco para ir a la escuela. Recuerdo que tenía que hacer los deberes y que todas las semanas teníamos pruebas. También recuerdo que teníamos que ser muy puntuales.

Me llamo Elsa González, tengo 66 años y nací en Argentina. He trabajado en la tienda de ropa de mis padres.
Fui a la escuela durante siete años. Mi escuela era muy grande, de dos pisos y con muchos salones. Los ventanales daban a un plaza.
Mis maestros se llamaban Martín, Delia y Blanca.
En la cartera llevábamos portafolios, cuadernos, manuales, lápices, reglas, escuadras y libros de lectura. Los maestros nos trataban bien, les gustaba enseñar y tenían mucha vocación. Los compañeros chicos eran muy traviesos y  en las clases de religión, en los días de lluvia, cuando el sacerdote les hacía salir a la pizarra se enganchaban los pies con los paraguas.
Recuerdo que un año me tocó leer una poesía y, como me daba mucha vergüenza, la directora me ayudó. Una vez tuve que interpretar el papel de hija en una obra de teatro, donde mis padres eran compañeros y lo pasé muy bien.
Testimonios recogidos por Evelin Mistraletti (26/01/11)

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