Carmen Segarra con su clase y en la fotografía de abajo con su hermano pequeño en el Parque Ribalta (Castellón)
Mi nombre es Carmen Segarra Marqués. Nací en 1927, en Castellón de la Plana. Antes de ir al colegio, iba a un parvulario de monjas. Empecé a ir a la escuela con cinco años y la dejé a los 8, a causa de la guerra. Volví otra vez al colegio a los 10 años y acabé a los 12. A los 14 años empecé a trabajar en un almacén de naranjas hasta los 17. A partir de los 17 y hasta que me casé, estuve bordando a máquina. Así que mi vida en el colegio se paró en los años de la guerra y acabó pronto porque tuve que ponerme a trabajar.
Yo iba a una escuela que se llamaba “Las Aulas” porque estaba situada en esta plaza de Castellón. La escuela tenía un patio interior con árboles. El edificio tenía dos pisos, el
inferior para los más pequeños y en el primer piso estaban los mayores. Mi profesora de los primeros años se llamaba Doña Paquita, y la de los mayores era Doña Sofía. Cuando éramos pequeños, niños y niñas íbamos juntos a clase, pero cuando pasábamos al piso de arriba, sólo éramos niñas. Los chicos se fueron a otras escuelas.
inferior para los más pequeños y en el primer piso estaban los mayores. Mi profesora de los primeros años se llamaba Doña Paquita, y la de los mayores era Doña Sofía. Cuando éramos pequeños, niños y niñas íbamos juntos a clase, pero cuando pasábamos al piso de arriba, sólo éramos niñas. Los chicos se fueron a otras escuelas.
Mi recuerdo más especial de la escuela era que las niñas decían que había duendes en los baños y las pequeñas tenían miedo de entrar, por si salían.
Llevábamos a la escuela materiales muy sencillos: un plumier, lápices, una pluma de tintero, una libreta y un libro de todas las asignaturas.
La maestra, Doña Sofía, era muy seria y nos llevaba a todos muy rectos pero nos enseñaba mucho. Cuando hablábamos o nos portábamos mal, nos castigaban contra la pared. A veces, cuando hablaba todo el grupo, la maestra cogía la regla y daba golpes en la mesa. Como no podíamos hablar en clase, nos gustaba llegar pronto a la puerta del colegio por la mañana, para hablar con las compañeras.
(Testimonio recogido por Núria Fabregat Nabás, (08/01/2011).
Me llamo José Granell Lleó y tengo 77 años. Nací en Castellón, en 1933. He tenido diferentes trabajos: de carpintero en un fábrica de muebles durante veintiocho años y después trabajé en un párking durante otros veinte.
Fui a la escuela durante ocho años, hasta que falleció mi padre y tuve que empezar a trabajar. A los doce años empecé como aprendiz de carpintero. Mis maestros se llamaban Don Joaquín Selma y Don Francisco Iturralde. El hijo de Don Francisco iba conmigo a clase y competíamos por sacar la nota más alta, pero yo siempre quedaba primero. En nuestra escuela estábamos divididos por cursos y cada grupo era de unos treinta niños por clase. Llevábamos un solo libro, libretas pequeñas y una caja de lápices.
Nuestros profesores tenían mucho interés por enseñarnos. Yo nunca fui castigado pero los castigos eran muy severos. Recuerdo que nos dejaban un minuto para recitar la lección y nos ponían la nota a partir de eso. Mi hora favorita del día era el recreo, porque podíamos jugar a fútbol.
Testimonio recogido por Marina Granell (04/12/10).
Colegio Francisco Ribalta (Castellón de la Plana) 1957
Me llamo Carmen Sales Peraire. He trabajado en muchas cosas, cuando era pequeña iba a ayudar a mi tía al horno y a mi padre al campo (ir a recoger almendra o aceitunas, trabajar en el huerto…) ya que no tenía madre. Cuando acabé la escuela, trabajé en casa del médico del pueblo como criada. Fui creciendo y he trabajado toda mi vida en el campo.
Me llamo Carmen Sales Peraire. He trabajado en muchas cosas, cuando era pequeña iba a ayudar a mi tía al horno y a mi padre al campo (ir a recoger almendra o aceitunas, trabajar en el huerto…) ya que no tenía madre. Cuando acabé la escuela, trabajé en casa del médico del pueblo como criada. Fui creciendo y he trabajado toda mi vida en el campo.
Dejé la escuela a los 12 años, por la muerte de mi padre. Mi escuela era un piso con dos plantas y cuatro habitaciones donde habían pupitres, plumeros y pizarra. Las condiciones higiénicas eran horribles, sobre todo los wáteres, que daban asco.
Mi maestra se llamaba Doña Consuelo. Recuerdo que ya era mayor y a veces nos reíamos de su comportamiento. Los chicos y las chicas estábamos separados. Llevábamos en la cartera colores, goma, pluma, una enciclopedia y un libro para leer.
Los mejores ratos los pasábamos en el recreo, cuando jugábamos a “el “ con todas las amigas. Y los peores, los castigos: te hacían pasar horas de rodillas delante de la pizarra con las manos en cruz.
No hacíamos exámenes. Yo creo que, comparados con los de ahora, las enseñanzas que recibíamos eran insuficientes.
Testimonio recogido por Mar Boix Sales (28/12/10).
Hice primaria y secundaria en una academia. Mi escuela era una escuela de monjas, muy grande. La señora Soledad era la maestra de las chicas y el señor Godofredo el de los chicos. El señor Godofredo era también el director.
En cuanto al material, los cuadernos los daban los profesores y nosotros usábamos lápices. Los maestros enseñaban mucho. Mis mejores recuerdos es que todos nos conocíamos en clase y fuera éramos amigos.
Testimonio recogido por Andrea Niculae (02/01/11).
Mi nombre es Ernest Morte y tengo 78 años. Nací en Castellón de la Plana y he trabajado en la Petronet
Me llamo María Rosa Dols y nací en el año 1938 en Castellón de la Plana. Tengo 72 años y he trabajado toda mi vida en Casa Reverter, una tienda donde se vendían prendas interiores, accesorios y mercería. Cuando era más joven también trabajé de peluquera.
Fui a la escuela desde los tres años hasta los trece. Dejé de ir a la escuela porque ya no había más clases y tuve que empezar a trabajar de peluquera.
Yo iba a una escuela normal donde había pupitres con sillas de madera y un tintero en medio de los dos pupitres. Mis maestros se llamaban Doña María y Don Manuel.
Tengo muchos y muy buenos recuerdos de la escuela porque hice muchos amigos y lo pasábamos muy bien todos juntos. Llevábamos un libro que era una enciclopedia donde te hablaban de todas las asignaturas y cuadernos para escribir, porque los lápices se quedaban en la escuela. Aprendíamos mucho con los maestros y apenas nos castigaban. Nos trataban bien, siempre que nos dirigiéramos a ellos con mucho respeto.
Todas las chicas jugábamos en el patio, porque en mi clase sólo podía haber chicas. Los jueves por la tarde, como no había clase, nos llevaban a Lidón o de excursión y los sábados que no íbamos a la escuela rezábamos el rosario.
Testimonio recogido por Belén Vicent Bosch (23/01/11).
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